sábado, 24 de octubre de 2009

El Día Después de...

El día siguiente fue un día muy cansado, el día transcurrió entre la morque, policía y casa de Patricia, no dormí, no comí y apenas me senté unos minutos para acompañar en su dolor a la madre a quien le habían arrebatado de la noche a la mañana, a la única hija que llenaba de alegría y satisfacciones la vida de una mujer abandonada por un hombre, que al enterarse de su embarazo huyó a refugiarse quien sabe donde, porque desapareció de la faz de la tierra sin que nadie de razón de su paradero. Desde aquel día, nada se volvió a saber de él, ni tampoco doña Soledad hizo mayores esfuerzos para tratar de encontrarlo, total, esa clase de hombre no valía la pena ni como esposo ni como padre de la aun no nacida criatura. Habían pasado apenas 10 minutos desde que me senté a acompañar a aquella madre, cuando llegó el cura quien llevaría a cabo una misa de cuerpo presente, me retiré; esas misas para muertos, sólo me dejan con un nudo en la garganta, aparte que no soy muy adepto a las misias religiosas, suelo aburrirme con facilidad y termino bostezando en plena lectura de los "Santos Evangelios".


Por la noche, en casa, no pude dormir, a pesar de haber estado en vigilia por más de 24 horas, y tener los ojos por demás rojos, no podía conciliar el sueño, me revolcaba y revolcaba, y en mi mente sólo aquellas imágenes traumantes: un piso ensangrentado, el palo ensangrentado, la cabeza de aquel hombre destrozada e irreconocible, era todo lo que veía al cerrar los ojos; no dormí nada aquel día, a las 5 de la mañana me levanté de la cama y salí a correr en una plaza que no queda lejos de mi casa. No corrí mucho, estaba muy débil por que no había comido desde la noche del homicidio. El entierro fue por la tarde, fue muy penoso ver como sufría la madre al ver como la tierra llenaba el foso donde descansaría el ataúd con los restos inertes de una muchacha inteligente y estudiosa, llena de vida y de labios rosa, de una muchacha que sólo celebraba el comienzo de su vida...


Esa noche, tampoco dormí...



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